lunes, 12 de marzo de 2007

Mensaje para la Cuaresma 2007

1. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que «la Iglesia se une todos los años, durante los cuarenta días de Cuaresma, al Misterio de Jesús en el desierto» (CEC 540). Durante todo el año, los cristianos repasamos los principales misterios de la vida de Jesús para unirnos a él; y en particular, durante Cuaresma, el Misterio de la vida de Cristo que contemplamos es el de su estancia durante cuarenta días en el desierto.

2. Toda la vida de Jesús es «misterio». Llamamos misterio a algo que no conocemos del todo, sino en parte, sospechando que se nos escapa lo más esencial. El «misterio» no es lo desconocido, sino lo conocido imperfectamente, lo que no acabamos de comprender completamente. La razón por la que algo es un «misterio» es muy sencilla: aquello que pretendemos conocer supera de algún modo nuestra capacidad de conocimiento. La vida de Jesús es misterio no porque no la conozcamos, ya que más o menos la sabemos; es misterio porque la conocemos imperfectamente y porque podemos aún conocerla mejor… Este progreso en el conocimiento de la vida de Jesús no consiste en aprender nuevos datos, sino en adentrarnos más profundamente en cada episodio de la vida de Cristo. San Ignacio decía que «no el mucho saber harta y satisface al ánima, sino el sentir y gustar las cosas internamente» (EE 2); él hablaba de un conocimiento interno de Jesucristo: no sólo por referencias, de oídas o externo, sino un conocimiento que llegara al corazón. Es fácil entender lo que quería decir: no basta saber, por ejemplo, que Jesús predicó las parábolas; para el cristiano es preciso llevar a la propia vida la palabra enseñada por Jesús, y hasta atreverse a ver al Jesús que enseña y conocer sus sentimientos y asomarse a su corazón. En este camino nunca acabaremos, como se puede intuir. Por eso, toda la vida de Jesús es misterio: un camino que avanza, pero que no termina, y que nos lleva a una mayor comunión de amor y amistad con Jesucristo, nuestra Vida. Un camino en el que siempre somos principiantes… Y, lo mejor de todo, un camino en el que siempre nos llevamos grandes y gratas sorpresas.

3. El Misterio de la Vida de Jesús que la Iglesia contempla en la Cuaresma es el retiro de Jesús durante cuarenta días al desierto. ¿Qué sucede aquí? ¿Es importante? ¿No es verdad que, aparentemente, tiene muy poco de atractivo? El desierto aparentemente es soledad, es sequedad, es pobreza… ¿Por qué habríamos de contemplar este misterio de la vida de Jesús?

Hay una primera respuesta que es evidente, y que por su simplicidad solemos olvidar: contemplamos el misterio de los cuarenta días de Cristo en el desierto por acompañarle. Ser cristiano es introducirse en la vida de Jesús para estar con Él, para verle, oírle, tocarle y compartir con Él la vida. No se es cristiano sólo tomando como referencia moral a Jesucristo, sino entrando en comunión de vida con Él, dejando que nuestra historia se enriquezca con la suya. Este ejercicio sólo puede hacerse descubriendo que es posible compartir la historia de Cristo porque Él comparte la nuestra gracias a su Resurrección. La Resurrección está presente, por tanto, ya desde el comienzo de la Cuaresma.

Pero, además, debemos contemplar el misterio de los cuarenta días de Cristo en el desierto por atender lo que enseña la Iglesia: «la tentación de Jesús manifiesta la manera que tiene el Hijo de Dios de ser el Mesías, en oposición a la que le propone Satanás y a la que los hombres le quieren atribuir. Por eso Cristo ha vencido al tentador en beneficio nuestro: “pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Heb 4,15)» (CEC 540).

Estas palabras del Catecismo son un auténtico programa para nuestra Cuaresma. Durante este tiempo se deben vivir especialmente dos grandes virtudes. La primera de ellas es el discernimiento, esto es, aprender a distinguir lo que en nuestra vida viene de Dios de lo que viene ya sea de los hombres ya sea del enemigo de Jesús. La tentación de Jesús en el desierto es la apuesta de Jesús por una forma de ser el Mesías que a muchos no les cuadraba: desde el servicio, la humildad y el amor entregado; esto es lo que Dios quería. Aprender qué quiere Dios de nosotros frente a lo que quiere de nosotros su enemigo, o lo que quieren de nosotros los hombres, es fundamental. El discernimiento se hace sobre todo en la oración, estando atentos a lo que Dios nos pide en cada momento, y contrastando nuestras distintas posibilidades de actuación para descubrir si vienen de Dios o de los hombres, o si nos apartan de Dios.

La segunda actitud que se debe potenciar durante la Cuaresma es la determinación por seguir a Jesús. En el desierto, Jesús no sólo descubre cuál debe ser el camino que debe recorrer como Mesías, sino que lo elige y se decide por Él. La Cuaresma tendría que ser el tiempo de imitar a Jesús tomando opciones más radicales en nuestra fe. Descubriremos cosas que debemos superar. ¡Pongamos la fe a punto, y decidámonos por actuar en consecuencia! Durante este curso los jóvenes de la Parroquia hemos aprendido a cantar «No tengo miedo de la libertad, no tengo miedo, Señor de la Vida, me quiero entregar: toma mis manos, mi voz y mi andar…». Esta voluntad debe ser real: en mi trabajo, en mi oración, en mis relaciones familiares, en mi implicación social, en mi trato personal, en mi relación de pareja, en mi participación en los sacramentos… Darnos del todo al Señor, porque no nos veremos vacíos, sino verdaderamente llenos de amor, de alegría, de paz, de vida, de Pascua…

4. Para vivir este itinerario hacia la Pascua hay que programarse. No podemos olvidar que queremos discernir cuál es la voluntad de Dios en nuestra vida y elegir lo que Él quiere. Esto es imposible sin oración. Debemos programar un tiempo de oración especial cada día al que seremos fieles durante la Cuaresma. Una sugerencia: puede ser un rato largo antes de la Misa del domingo. También podemos participar en la oración parroquial que tendremos todos los jueves de Cuaresma. Y plantearnos participar en unos Ejercicios Espirituales: tendremos en la Parroquia unas charlas cuaresmales que nos pueden ayudar; en la Diócesis hay distintas posibilidades; en algunos grupos de la Parroquia tendremos también Ejercicios antes de Semana Santa. No desaprovechemos esta oportunidad.

Y también debemos programar nuestra voluntad de escuchar al Señor. No puedes llegar al Sagrario y decir: «Aquí estoy, háblame». Esto lo podrás hacer cuando lleves un cierto recorrido; de momento, plantéate qué te está diciendo el Señor en un aspecto concreto de tu vida: tu trabajo, tu familia, tu vocación, tu ocio, o tu solidaridad… Poco a poco Él te irá dando el mensaje para esta Cuaresma del 2007.

Y también debemos programar la que debe ser nuestra principal oración de esta Cuaresma: que el Señor nos dé libertad para poder elegir su voluntad, y determinarnos en cumplirla. Conocer no basta. Hay que elegir. Y sólo si somos libres lo haremos bien. Hay, pues, que pedir libertad. Libertad para hacer lo que Dios quiere. Libertad que no es el capricho de hacer lo que me dé la gana, sino lo que Dios quiere, que es nuestro bien.

5. María también nos acompaña en Cuaresma. La Virgen del Espino es la Mujer Libre que escuchó la voluntad de Dios y se ofreció a cumplirla. Que la tengamos presente en todo lo que oremos, hagamos, leamos o propongamos durante estos días. Llegaremos con Ella a la Pascua para experimentar el gozo de resucitar con Cristo en nuestra propia vida. Buena Cuaresma para todos.

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